Carta escrita por el Sr. Capitán D. Francisco Toro Mansilla:
¡Parece mentira cómo pasa el tiempo! Es esta una frase muy manida, pero no por ello menos cierta. Tras cuarenta y cinco años, un mes y veinticuatro días, toca dar un paso hacia adelante y entrar en lo que muchos llaman “segunda juventud”.
Llegué a la Asociación un diez de abril de 2018, tras muchos años de servicio, desde el Bilbao de los últimos y duros años de la década de los 70, pasando por varios destinos variopintos en los que aprendí cómo desarrollar las muchas o pocas habilidades con que la naturaleza me quiso dotar, hasta llegar aquí, ya en situación de Reserva.
Pasé por el servicio de seguridad personal del Director General de la Guardia Civil, con tres titulares diferentes, posteriormente en el servicio de seguridad del Aeropuerto del Prat (Barcelona), más tarde ejercí como Comandante de Puesto en El Arenal de Llucmajor, en Baleares. Luego como especialista en Policía Judicial, dentro del Departamento de Identificación de la Jefatura de Criminalística. Más tarde, también un buen número de años en la Sección Española del Servicio de Información Schengen, de la Secretaría de Estado de Seguridad, pasando un año en la Unidad Técnica de Policía Judicial. En los 14 últimos años antes de llegar a la Asociación, en el Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista (CNCA) y el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), realizando varias funciones en materia de cooperación internacional principalmente, en el complejo trabajo de hacerle la vida lo más complicada posible a quienes desde posiciones extremistas, querían atentar contra nuestro país y nuestra sociedad. Y algo, o mucho, conseguimos.
Olvidaba dos periodos fuera del Cuerpo. La primera como Caporal (Cabo) de la Policía Local de Calella (Barcelona). Años 1984 al 1986, y posteriormente una excedencia en el servicio de Seguridad del Presidente de la Comunidad Autónoma de Baleares por un periodo de año y cuatro meses entre 1989 al 1990.
De todos estos destinos y experiencias tengo entrañables recuerdos, ya que principalmente, los lugares los hacen buenos o malos la gente con la que te encuentras y yo creo haber sido un privilegiado en este sentido. Pero también hay que reconocer que no todo fue agradable y bueno.
En Bilbao dejé a algunos compañeros, entre ellos a grandes amigos, que nunca volvieron a sus lugares de origen, debido a la vileza de un grupo de criminales que cercenaron sus vidas y las de sus familias. De esa época datan mis peores momentos y también, algunos años después, cuando tras ser destinado al servicio de seguridad del Director General (Tenientes Generales Carlos Oliete Sánchez, Pedro Fontenla Fernández y Jose Luis Aramburu Topete) viajé en algunas ocasiones al País Vasco con ocasión de atentados graves contra miembros del Cuerpo, en los que veía a sus destrozadas familias junto a los restos los compañeros asesinados.
Salí del País Vasco para regresar a Madrid, junto a mis padres entonces, que fueron quienes realmente sufrían cuando conocían de algún nuevo atentado pensando que podría ser su hijo el que resultara herido o muerto. Eso era duro para unos padres, incluso cuando mi padre había sido Guardia Civil y entendía quizá más ésta forma de vida.
Gracias a la Guardia Civil, he conocido medio mundo, y no es una forma de hablar. He viajado a lugares como Canadá, Kirguizistán, Estados Unidos, Argelia, Túnez, Marruecos, Senegal, Mauritania, Mozambique, Turquía, Arabia Saudita, y prácticamente a toda la Unión Europea, a excepción de 4 países, llegando a conocer Bélgica, y más concretamente Bruselas, como mi propia ciudad, ya que estuve allá mas de 100 veces.
Cuando le decía a mi padre, que en paz descanse, que viajaba a un sitio de estos, él, que fue un Guardia rural de Puestos y correrías (había ingresado en 1954) me decía: ¿Y no te pueden mandar más cerca? Ahora lo recuerdo, junto a mis dos hermanos, también Guardias Civiles, con cariño y también pena.
Quiero terminar con agradecimientos, como no puede ser de otro modo. A los Jefes, compañeros, amigos que he tenido y con los que he disfrutado de estos más de 45 años. También a mi familia, a la que he hecho pasar ratos buenos, regulares y no tan buenos.
Mención especial a los compañeros que entregaron lo mejor y más preciado, que es la vida, al servicio de España.
Y al personal de esta Asociación, con quien me he encontrado sumamente a gusto, desarrollando un papel, que a priori no me gustaba demasiado y que es el de Capitán Cajero, pero al que me amoldé e incluso le llegué a coger cariño. Descubrí la Asociación Pro Huérfanos al desembarcar en esta Casa, de la que todo sea dicho, sabía muy poco. Y estoy muy orgulloso de haber terminado en este destino mi vida profesional. Las personas con las que he trabajado aquí me han hecho fácil y agradable este último periodo de vida activa, y de verdad que me siento plenamente orgulloso y con la satisfacción del deber cumplido.
Un abrazo a todos y todas. Gracias y hasta siempre.